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Es imposible no hablar de Montaigne y no hacer un guiño a los vinos de Burdeos. Bueno, la realidad es posible, pero no en Vinálogos. Lo cierto es que desde que he leído su biografía, escrita magistralmente por Stefan Zweig, hace mucho tiempo que quería recomendar un gran maridaje con la lectura de sus ensayos. Para eso estamos aquí hoy, para hablar un poco de este filósofo, escritor y ensayista y acercarle a una de las regiones más míticas y tradicionales del vino: Burdeos.

¿Por qué Burdeos?

Pues porque Montaigne es de allí. La gente en general no lo sabe. Le conoce en filosofía, en alguna clase, cuando en algún momento algún profesor comentó. Los que saben, conocen sus ensayos, conocen su obra, pero ni siempre le relaciona con esta zona tan prolífica de vinos de Francia.

Michel Eyquem de Montaigne (1533 – 1592) fue un filósofo, escritor, humanista (como tantos otros) francés del Renacimiento. Es el autor de “Ensayos” y por ende el creador del género literario, conocido en la Edad Moderna por ensayo.

Toda su obra literaria fue escrita en el mismo castillo que ha nacido y crecido. Entre 1580 a 1588 estuvo confinado en la torre del castillo, tratando de responder la pregunta “Qué se yo?”.

Saint Emilion – Burdeos

Biografía

Montaigne nació cerquita de la ciudad de Burdeos, en un château que se tornó propiedad de su familia paterna en 1533. La familia materna tiene ascendencia judía española y parece ser que provenían de los judíoconversos aragoneses – bajo el nombre López de Villanueva (registrados en la judería de Calatayud), tres de los cuales fueron quemados por la inquisición española, entre ellos su bisabuelo Pablo Lopez en 1491.  

También por parte de madre, era primo segundo de Martín Antonio del Río, a quien pudo conocer personalmente entre 1584 y 1585. Por otra parte, la familia paterna de Michel (los Eyquem) gozaba de una buena posición social y económica, lo que le permitió estudiar en el prestigioso Collège de Guyenne de Burdeos. Ya decía Stefan Zweig en su biografía:

“El nombre de la familia Eyquem, despierta desde hace siglos, en Burdeos un eco de plata y oro, y también, sin duda, un ligero olor a pescado ahumado”. (Stefan Zweig)

Vino de Burdeos en la edad media

Hablar sobre la historia del vino de Burdeos a través de los siglos es hablar sobre la historia de Graves. Y es que durante el siglo XIII, Graves era la principal región vitivinícola de Burdeos. Es cierto que también crecían viñedos en Sait Emilion y el Médoc pero poco relevante históricamente.

A comienzos del siglo XIV, la ciudad de Libourne ganaba notoriedad ya que exportaron 11.000 toneladas de vino a Londres de la cosecha 1308. Un año antes, cuenta la historia, que esta zona completó un pedido de 1.152.000 botellas que fueron utilizadas en la celebración de la boda de Eduardo II.

En esta época el vino tenía una alta graduación alcohólica, mucho aroma a fruta pero no envejecía bien.

Guerra de los 100 años

Con la eclosión de la Guerra de los 100 Años entre Francia e Inglaterra, en 1337, la exportación del vino quedó suspensa y esta situación se agravó también con la llegada de la Peste Negra que acabó por devastar na zona. Fue el final del conflicto, en 1453, cuando Francia tomó posesión de la provincia, que esta tomó el control de la producción de vino de la región.

Montaigne viene a nacer un siglo después de todo el conflicto entre Inglaterra y Francia, cuando Burdeos ya es territorio francés, además de una ciudad conocida, de buena reputación y ya con una producción de vino interesante.

De su biografía a sus ensayos

Para hablar de Montaigne y entender su obra obviamente necesitamos dar un paso atrás y entender un poco de su entorno y de cómo fue creado. Así que antes de aventurarse a leer sus ensayos, sugiero que leáis su biografía. Pero no cualquiera, sino la escrita por Stefan Zweig a principios del siglo XX. No es en realidad una biografía al uso, pero sí un ensayo largo sobre su vida y obra, que permite entender a este escritor, a este filósofo de forma única.

Lo he leído hace unos dos años y sigo recobrando en la memoria sus viajes, su vida, y su interés por la cultura, por las artes y por las letras. Sí, solamente a partir de ahí me fui a sus ensayos. Una obra además bastante entrañable, ligera y de fácil lectura. Pero fue principalmente después de descubrir que nació en Burdeos, y que además fue alcalde de esta ciudad, me entró unas ganas tremendas de leer cada uno de sus ensayos con una copa de un buen vino de Burdeos en las manos.

Leer a Montaigne

Porque sus ensayos te iluminan, son poderosos y muchas de sus ideas siguen vigentes en los días de hoy . Además, Montaigne es uno de los filósofos sencillos de leer, que huyen de la pedantería e intenta acercar a cualquier lector a sus textos. Un paralelo interesante para hacer con los vinos, un mundo también lleno a veces de tontería, que impide muchas veces una persona apreciar una copa como le gustaría.

Leer a Montaigne es pensar en la vida, es pensar sobre el sobre el pesimismo, la muerte y muchos otros temas que sigue y siempre seguirán persiguiendo las mentes humanas… pero no de forma rebuscada y compleja, sino primando la sencillez.

“Escribir en el tercer piso de la torre de Montaigne, mirando de vez en cuando el paisaje por los boquetes de las ventanas, paseando, abriendo un libro, bajando a estirar las piernas, a tomar unos sorbos de vino de Castillon o de Saint-Émilion, me parece una de las formas más perfectas de felicidad que puede concebir un ser humano”.

(La muerte de Montaigne – Jorge Edwards)

¿Qué vino marida con Montaigne?

Bueno, aquí estamos en un dilema. Pero si quieres empezar por un vino de meditación, que permite adentrarse en vino y obra maridándolo de forma harmónica, sugiero ir a los vinos de Saint Emilion. Son vinos complejos, robustos como Montaigne y también asequibles tal como el escritor.

 Mi sugerencia es un Château Ferrand 2005, añada de la cual he probado, y que sus notas hasta hoy persisten en mi memoria como un gran vino para tomar en compañía de un gran filósofo.

Pero bebed con moderación, porque hasta al filósofo de hace 5 siglos le molesta la borrachera:

“Ahora bien, la embriaguez me parece, entre los demás, un vicio zafio y brutal…

Los demás vicios alteran el entendimiento; este lo trastorna y aturde el cuerpo”.

Montaige, Ensayos

¡Chinchín!

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