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El vino: mi elección, mi filosofía

Recientemente hice parte de una tertulia donde discutimos nuestros distintos puntos de vista sobre lo que representa el vino para uno mismo, no solo como profesional sino en el ámbito personal.

Tenemos a nuestro alcance tantos motivos como opciones para elegir un vino. Y en cada uno de nosotros hay una respuesta al porqué un vino se nos presenta interesante y que al beberlo nos toca de una manera especial.

Solemos asociar el vino con variedad de situaciones de la vida diaria. No solo con la comida y el maridaje sino también con celebraciones y festejos, con momentos de introspección y con el deleite en sí mismo.

Incluso, en alguna consulta médica me han recomendado una copa, antes de dormir, por sus múltiples beneficios en la reducción de niveles de azúcar en sangre así como por su acción relajante y antioxidante, entre otras indicaciones.

El vino en mi vida está asociado a momentos de alegría y paz interior

Y si bien en algún momento de mi vida lo he acuñado en algunas de las situaciones antes expuestas, soy tajante en mi concepción de la armonía exclusiva, en mi vida, del vino con momentos alegres, momentos de paz interior, momentos de emoción, y nunca en cercanía de la tristeza.

Para momentos grises prefiero la meditación, apoyarme en mis seres queridos o recurrir a la lectura, que coadyuvan como vía de escape a ese mundo idílico donde acaso anhelamos partir para distanciarnos y otear con perspectiva una situación.

Entre vinos y viñedos hay una vasta y ondulante diversidad. Vinos clásicos, transgresores, innovadores, vanguardistas, simples, cautivadores, didácticos, representativos, prosaicos, trascendentes.

No es posible encontrar la fórmula mágica de la alquimia maravillosa para que un vino sea lo que el viticultor espera de éste cuando llega a quienes lo bebemos.

“Hace parte de nuestro viaje de vida el leer un vino en clave de verso”

Podemos beber un vino bien hecho y con un mensaje escrito en prosa, sin embargo, solo nuestro entorno, nuestras emociones y nuestro viaje de vida, pueden permitirnos leerlos en clave de verso.

Un vino hecho de forma correcta tiene mayor probabilidad de marcar la diferencia en la vida de alguien. Sin embargo, un vino solo necesita gustarle a quien lo bebe para hacer la diferencia en su vida.

El simple ejercicio de sentir un aroma cautivador que nos transporta a momentos concretos de nuestra vida, que nos acerca a personas que nos han marcado, que nos hace sentir y nos acompaña en una travesía, es motivo para que ese vino se integre a “nuestros favoritos” y formemos un vínculo.

Porque he disfrutado vinos que me han producido esto, aromas y sabores que me han encandilado los sentidos, que han atraído mi interés y me han hecho elucubrar y aprender.

“La compañía o el lugar donde bebemos, pueden llegar a ser más embriagadores para los sentidos, que el vino en sí mismo”

Barolo

Me pasó con un Barolo, el año pasado en un viaje inolvidable a Monforte d’Alba, cuando en la bodega Prunotto, degúste uno de los vinos que más me ha entusiasmado. Un vino excelso que me ha regalado momentos únicos.

Y más que un vino ha sido un tesoro oculto que descubrí y que, sin importar cuantas veces lo vuelva a probar, siempre encuentro algo nuevo que descubrir en él.

Un vino en sí puede aportar todo esto y más; también es cierto que hay factores que potencian exponencialmente estas sensaciones y emociones al beber, como la compañía o el lugar donde lo bebemos, que pueden llegar a ser, incluso, más embriagadores que el vino en sí mismo.

Si hablamos en clave enológica, ¿qué vino preferís? ¿el clásico – que generación tras generación permanece con sus matices y sus tipicidades- o los vinos de tendencia, que buscan captar nuevos adeptos con estrategias atrevidas y alejadas de lo que percibimos como tradicional?

Mi filosofía: probar, aprender y disfrutar del vino

Yo me quedo con ambos. Soy fiel a mis gustos en materia vinícola, y siempre mantengo encendida la chispa intrépida de la aventura, de probar y de aprender de ese amplio abanico de posibilidades que nos ofrece este mundo en toda su extension.

Incluso pienso, que la manera como catalogamos un vino, tiene más que ver con nuestras necesidades y emociones en un momento determinado de nuestras vidas cuando lo bebemos, que con las características organolépticas y el proceso productivo que ha llevado a esa botella a nuestras manos.

Hay vinos que nos hacen entender lo que bebemos, que se dejan leer, acariciar y despiertan nuestras ganas. Hay vinos que pasan desapercibidos, otros en cambio, tienen madera de estrella pop.

Degustación de vinos. Prunotto.

Sean las puntuaciones, los reconocimientos avalados por instituciones de prestigio o por el público consumidor (véase vivino), las zonas o regiones de cultivo, las técnicas de vinificación, la filosofía de una bodega en particular, el estilo de vino, etc., siempre hay uno o varios motivos, que nos llevan a elegir.

Y más allá de los motivos, si es el qué o es el cómo, os invito a seguir disfrutando de este entrañable mundo, con dosis altas de ilusión y mesura.

¡Salud!

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