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“Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos nunca vistos antes.” En mi “viaje a Ítaca”, hoy empapo mis papilas gustativas con el fruto de la vid de las serpenteantes y empinadas colinas doradas en pleno Douro. ¡Bienvenid@s a Oporto!

Viajar es abrir nuestra mente a nuevas experiencias, es un proceso de descubrimiento, es nutrir alma y mente con recuerdos perennes que moldean nuestros contornos sociales y personales. 

Al hacer maletas y emprender un viaje, acrecentamos nuestra verdadera fuente de conocimiento y bebemos de ella; damos gran impulso a nuestra creatividad e imaginación y abrazamos, sin siquiera darnos cuenta, nuevas perspectivas de vida. 

Segregamos la hormona de la felicidad y, también, sentimos la adrenalina que impulsa cada terminación nerviosa de nuestro mapa corporal y mental, porque viajando expandimos nuestro horizonte, nuestra mente y nuestra capacidad de autodescubrimiento. 

Viajes con sentido, con emoción, con esencia

Viajar enriquece nuestro bagaje emocional, cultural, social, intuitivo y empático; cuando viajamos con sentido, expandimos esta ecuación y ¡eureka!

Por eso, al margen de los cuidados que la era del covid-19 nos ha dejado y que debemos hacer parte de nuestro diario vivir, sigo intentando disfrutar cada viaje a Ítaca que la vida me trae, y aprendiendo de cada experiencia que impregna mis cinco sentidos.

Desde Madrid, una hora y veinte minutos en avión o seiscientos kilómetros en coche, tomando la A4 y ¡voila!, llegamos a una tierra cercana, país hermano, con quienes compartimos la Península y una historia de conquistas, encuentros y, sobre todo, fraternidad. 

Es llegar a Oporto y sentir la esencia atlántica, la humedad en la piel, la brisa marina y la calidez del encanto luso. 

Una vez allí, una copa de Ruby y nos dejamos llevar. Sin prisa pero sin pausa, vamos a imbuir la esencia del lugar, con su historia, sus vinos, sus siete puentes, sus bodegas en Gaia y las impresionantes vistas de las terrazas verdes y doradas del Douro. 

Vilanova de Gaia

A unos pasos de la Ribeira, en Oporto, encontraremos Gaia. Sitio de acogida de las bodegas de estos vinos únicos que homenajean la ciudad y que son símbolo y esencia de la región. 

Es en Gaia donde reposa, silente y generoso, cada mililitro de vino de Oporto, que en algún momento hará parte crucial de un aperitivo, una comida, un postre, una reunión o una solitaria sesión de meditación

Como ya lo apunté alguna vez, estos vinos son para beberlos y disfrutarlos: para mi son energía ideal para jornadas de introspección y entre mis vinos favoritos de meditación. 

Ahora en el Madrid otoñal, ruge el viento, la lluvia no cesa, el frío cala mientras que, con fuego y oporto, pulso cada tecla de este ordenador para trasmitir los recuerdos de un fin de semana amable, generoso, inusitado e ideal, entre viñas y vino de Oporto.  

El Douro

A una hora y cuarenta minutos desde la Ribeira de Oporto, partimos en coche hacia las viñas del valle del Duero o Douro, en portugués. Seguimos el viaje a Ítaca.

Una vez allí, se descorcha una jornada de 10 horas que no tendrá un minuto mal disfrutado. Iniciamos una ruta empinada y arenosa, en el Alto Douro, impregnada de esquistos y sedimentos arcillosos y arenosos. 

De estos suelos particulares, beberemos oportos con estructura; sentiremos la mineralidad, el calor que atrapan y proyectan a las viñas cuando bajan las temperaturas y el sentido del terroir que confieren en cada ladera, según la orientación, concentración y variedad presente. 

Es este suelo el que dotará a los vinos esas notas minerales y aromas de sotobosque y frutos secos. El mismo que aporta longitud en el paladar, finura y complejidad aromática a un Ruby o a un Tawny.

Camino entre viñas y levanto la mirada al cielo contemplando la belleza hegemónica de estos imponentes terrazas que zigzaguean y coquetean con los rayos del sol. Ítaca se magnifica, se vuelve eterno.

Un día entre viñas

Un día entre viñas para ejercitar el cuerpo y los sentidos. Bajar y subir estos empinados bancales, parar entre bodegas y catar los vinos, escuchar historias, compartir experiencias y refrescar conceptos. 

Caminamos hasta llegar al pueblo de Piñao y en medio de un hermoso mirador, reposamos las piernas y cargamos el cuerpo con un picnic en clave de Oporto, ¡como debe ser! 

Al final de la tarde, un paseo en barco por el tranquilo Duero, que recibe impertérrito un goteo escalonado de turistas y almas ávidas de vida. 

El viaje a Ítaca amplia nuestro conocimiento del mundo desde cada vértice de nuestro prisma, nos reflejamos en el espejo cultural de otras formas de vivir, de apreciar la vida, de paliar las carencias, de sentir y de vivir nuestra propia humanidad.

Tolerancia, descubrimiento, aventura, sorpresa. Lo desconocido nos conecta, es pegamento social y nos aporta sentido de arraigo mientras nos despierta el interés. 

Del sentido de la vida: nuestro propio Ítaca

Viajar con familia o amigos, refuerzas esos lazos de amistad que nos acercan, las anécdotas que pervivirán para siempre entre nuestros insondables pozos de recuerdos y alegrías acumuladas para el resto de nuestras vidas.

Y así también, cuando viajamos solos también encontramos la gran oportunidad de encontrarnos a nosotros mismos, viajar en soledad hace parte del entrañable viaje de autodesacubrimiento, mientras descubrimos personas, mundos e historias, en total libertad. 

¡Salud!

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999.Edición y traducción, Pedro Bádenas de la Peña.
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