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Hemingway y cuando París era una fiesta

Hace tres días salí de casa y me fui a librería con ganas de comprar un libro navideño. Todos los años una de mis grandes tradiciones es empaparme de un gran clásico, de preferencia con grandes mensajes y lecciones que se pueden llevar para la vida. Este año, tengo que deciros que ha sido un poco distinto. Quizás por las circunstancias ya atípicas de este año, mi estado anímico, las desganas de navidades y de cualquier otra fiesta me llevaron a comprar una botella de vino y el gran clásico, nada navideño “Paris era una fiesta” de Ernest Hemingway.

¿Hemingway?

Quizás el lector activo de Vinálogos se esté preguntando, ¿por qué rayos esta chica está hablando de Hemingway en un blog de vinos? Y he de decir que no me extrañaría que lo preguntase. Aunque Vinálogos es un blog que trata de dialogar con el vino y las artes en general, muy raro es la ocasión en que el tema central de un post es un libro.

Pero cierto es que este libro ha sido quizás uno de mis mejores vinálogos del año, y por ello mis ganas de compartir aquí la verdadera esencia de esta lectura, y de mis interpretaciones sobre qué fue París para nuestro querido Hemingway.

“En Europa el vino era algo tan sano y normal como la comida, y además era un gran dispensador de alegría y bienestar y felicidad. Beber vino no era esnobismo ni signo de distinción ni un culto; era tan natural como comer, e igualmente necesario para mí, y nunca se me hubiera ocurrido pasar una comida sin beber vino, sidra o cerveza”.

Paris era una fiesta – Ernest Hemingway

Paris era una fiesta – culto al vino

Sí. El motivo central de esta novela ser el centro de este post es porque simplemente se trata de un culto al vino en toda regla. Ya sabemos la importancia que el vino tiene en el núcleo francés, y en el núcleo europeo. Pero sin la necesidad de protagonismo el vino francés es un personaje recurrente en cada uno de las escenas de la vida parisina que lleva Hemingway y los demás escritores y personajes que componen la novela.

Sin necesidad de profundizar sobre qué vino es, de dónde viene, Hemingway insértalos de una manera tan espontanea que como si de un viejo amigo habláramos. En todo caso, siempre dispensa presentaciones y explicaciones.

“No hacía mucho que yo había oído rumores de aquel supuesto premio, cuando Walsh me invitó un día a almorzar en cierto restaurant que era el mejor y más caros de los alrededores del boulevard Saint-Michel, y después de las ostras, que fueron de las caras marennes planas y con un dejo a cobre, y no de las ordinarias y baratas portugaises redondeadas, y después de una botella de Pouilly- Fuissé, empezó a guiarme delicadamente a su terreno”.

Paris era una fiesta – Ernest Hemingway

Las miles AOC de Francia

Están todas en el estómago del escritor y la utiliza de forma recurrente para explicitar su hambre y su buen gusto. Desde Pouilly-Fuissé, hasta Saint-Émilion. Desde Sancerre hasta Mâcon. Châteauneuf-du-Pape, y lo que venga. Estaban todos allí, cada uno acompañaba una comida distinta, cada uno se descorchaba en un determinado momento.

“Por aquellos días era yo muy irritable, pero pasado Montereau ya me había calmado y era capaz de gozar del paisaje, y a mediodía almorcé bien en el coche restaurant y bebí una botella de Saint-Émilion, y pensé que aunque había sido una solemne majadería embarcarme para un viaje confiando en una invitación, y aunque la broma me estaba costando un dinero que necesitaríamos para ir a España, al fin y al cabo era una buena lección”.

Paris era una fiesta – Ernest Hemingway

“Paris era una fiesta” quizás sea uno de los libros más sinceros de Hemingway… aquel que abre la puerta de la honestidad para describir como fue difícil sus primeros años en que desistió de todo para ser escritor. En que la elección de dicha profesión le privó de vivir bien, de comer bien. Sí, el hambre es también otro de los personajes de este libro, que habla, que grita y que pide desconsoladamente que no sea más grande que sus ganas de escribir.  

“Si uno vive en París y no come lo suficiente, les aseguro que el hambre pega fuerte, ya que toda las panaderías presentan cosas tan buenas en los escaparates, y la gente come al aire libre, en mesas puestas en la acera frente a los restaurants, y uno ve y huele la buena comida. Y si uno había renunciado al periodismo, y estaba escribiendo cosas por las que nadie en América daba un real, y si al salir de casa decía que le habían invitado a comer pero no era verdad, el mejor sitio para matar las horas de la comida era el Jardín de Luxemburgo, porque no veías ni olía nada…”

Paris era una fiesta – Ernest Hemingway

Libro póstumo de Hemingway

La visión descarnada de todos aquellos que le ayudaron, o que estuvieron a su lado también es otro de los aspectos que otorga más autenticidad al libro. Gertrude Stein se parece más una niña mimada con ganas de satisfacer sus caprichos que un mecenas. Scott Fitzgerald un miserable en que su único logro fue escribir bien un único libro, y en la visión de Hemingway, un vendido. Elza Fitzgerald una loca.

Quizás sea por ello que es un libro póstumo. La sincerad del escritor, aunque sesgada, demuestra lo difícil que puede ser escribir acerca de aquellos que nos rodean y contar la cruda realidad. Inclusive del propio autor; que sus últimas páginas revelan su tormentoso affair con una amiga de su mujer y sus sentimientos contradictorios acerca de ellos, que si no fuera tan descarnado se podría incluir como un manifiesto poliamoroso y la capacidad que uno tiene de querer más de una persona a la vez.

¿Te ha gustado?

Aprovecho la ocasión para desearon un feliz 2021, y que vuestra vida sea llena de fiesta, que aquí o en París pero siempre acompañada de buena botellas de vino que brinden estos momentos.

¡Chinchín!

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